Escribía como la tortuga que avanzaba por el campo de minas: lenta, triste y con precaución, pero sin miedo de volar por los aires.
Escribir era una tontería. Contar historias una aún mas grande.
Pero no hacerlo era hundirse y juntar letras chapotear en el mar de minas a bordo de la tortuga flotante.
Escribir en tierra, como la serpiente escribe cuando avanza.
Al rato el aire borra la duna pasando la página.
Escribir en hielo y esperar el sol.
Escribir en piedra, en rojo, en papel.
Escribir de cualquier modo, pero lento y entre minas.
Igual vas a volar porque escribir es perder, por definición.
Da igual escribir en un rollo de water o en un bestseller que llene autobuses.
Al rato el aire borra los libros aunque a veces le lleve siglos.
Escribir solo sirve para hacerse uno la idea. La idea de algo.
Para navegar con cuidado entre minas y lento como tortuga.
Escribir sirve, como todo lo noble, para desarrollar la atención.
Y escribir sirve, como todo vicio, para regar la inconsciencia.
Escribir no tiene absolutamente ninguna importancia.
A no ser la de expresarse uno mismo el propio ser.
O el de transmitir a otro una idea que le valga durante un tiempo.
Y sin embargo uno escribe.
Igual que sin embargo la tortuga avanza aunque no le queden nortes y le rodeen las minas.
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