Debajo el cielo azafrán hay un chico con una sonrisa tremenda abriéndose de oreja a oreja.
Su mente funciona de un modo peculiar.
Relaciona conceptos un tanto… poco académicamente.
Un cuanto a su puta bola.
Lee sin parar datos y mas datos y los enlaza de manera loca.
En algún momento ojeó algo de física cuántica y en cierto instante un algo de espiritualidad.
El cielo amarillo, azafrán, para él es: melancolía.
Pero la cúspide precede, tras su agonía, al renovado despertar.
De este modo y como el complementario de este amarillo debe ser un verde electrizante esta claro que con este color se abrirá la alegría.
Y él, que cuando truena se ríe por las calmas que vendrán detrás y que los malos días le parecen un mal chiste pues sabe con la fé de la experiencia que en unos meses las llagas de hoy serán sanas carnaduras que protegerán por encima del dolor y del frío haciéndonos mas fuertes, no puede dejar de sentir felicidad con este cielo teñido de un filtro, que como todo, acabará dejando paso a otra cosa.
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