El perro mal colgaba como un jamón mohoso en el mástil de la farola.
Macabra e hipnótica la sombra amarilla enfrentaba a cualquier mortal educado en sociedad al impulso de bajar al chucho mosquero como a Cristo de la cruz y darle paz bajo la tierra.
El chico se lo miró un minuto entero antes de salir del coche.
La noche parecía un puzzle: El animal en lo alto, la lluvia deshaciendo nubes y ni un mal canto o esquina para empezar. Así que volvió dentro y pisó el embrague para meter marcha.
Los faros huyeron de la carne pero sin la seguridad de aquel que embiste decidido a aplastar las hierbas del camino abriéndolo y sin mirar atrás.
En el primer interrogante paró. Maldita sea la noche.
No puedo trepar bajo la lluvia. Ni descubrir dos soluciones sin sol, soy animal de día.
Bastante me cuesta ver gotas. Un clavo saca a otro clavo ¿pero que quiere decir esto?, ¿Que una soga sacará otra soga?
Una escopeta y puntería. Ninguna de las dos cosas.
La feria despierta algunas ideas. A ver: palo enjabonado y perro muerto de premio, pero no creo que pueda subir, seguro que no hasta tan alto.
¿Una grua?, ¿Un escalera? Una escalera sí.
¿Donde encontrarla? , ¿Dónde a cántaros y ahora?
Esto ha de ser coger una de cualquier sitio, llevarla en la baca, hacerle el uso y devolverla.
Una escalera o algo similar. Pero donde.
Una sierra. A la cabeza le vino una sierra.
Condujo 8 kilómetros hasta el garaje. Desandando 8 kilómetros mas, en realidad: los mismos. Siempre lloviendo.
Salió del coche y serró el mástil.
El perro se estrelló contra el suelo.
El chico recogió el cadáver.
Se lo llevó y lo enterró. Regresando 8 kilometros, en su propio jardin, porque se habia olvidado la pala y tenia que volver allí de todos modos.
Luego, como queriendo acabar bien la faena recuerda que dejó el mástil en medio de cualquier sitio y piensa que mejor haberlo apartado por si entre la lluvia alguien se accidenta.
Así que vuelve al gólgota y aparta el mástil quitando el peligro.
Entonces se siente aún mejor.
Cuando alguien planea algo y le sale no puede evitar la subida.
Llama a alguien para contárselo.
Este le advierte , le explica, por el móvil , que el perro es una señal, un signo iconográfico en la zona.
En ese ajuste de cuentas el perro significa el trabajo realizado.
Sin perro alguien puede pensar que el soplón sigue con vida y recorrer esas casas cercanas con una pistola.
O peor: creer que la venganza no esta resulta y falta mas leña a ese fuego y buscar mas de esa sangre en mas parientes, en mas familia.
Resumamos dentro de la cabeza, que la lluvia le esta escampando el pensamiento. Y el sudor mezclado con la lluvia le confunde aún mas.
Si el perro no es devuelto a las alturas quizás haya masacre en el vecindario.
Si alguien lo ve allí con el perro quizás el masacrado sea el.
En todo caso el perro es una señal.
En todo caso el perro desencadena tormenta.
El chico acaba de mearse encima pero la lluvia lo disimula todo.
Y de repente un enviado, un ser surgido del agua.
Un perro, para ser exactos, un perro marrón en vez de negro, un perro vivo en vez de muerto, un perro grande en vez de mediano se acerca a él lamiéndole las manos. Esas manos que parecen haber cometido un crimen creyendo hacer lo contrario.
El chico no hace caso a nada.
Ahora tiene que desenterrar al perro y volverlo a subir.
Tiene miedo y necesita ayuda.
Y se ha quedado como hipnotizado con la lluvia en medio de la tormenta.
El perro nuevo le ladra y él recobra el presente.
Descubre que en algún momento de ese tiempo inmóvil perdido en la lluvia se corto la conexión.
Retoma el móvil y rellama a su compañero.
Como quien llama al señor Lobo preguntándole como freir un huevo después de una conmoción cerebral.
Su amigo oye al perro nuevo, al perro vivo, al otro lado de la linea.
Continua lamiendo, ladrando y meneando el rabo.
Su amigo dice que no puede volver a desenterrar al otro perro.
Que no hay tiempo. Que debe restaurar la escena y huir de allí.
Le dice que mate a ese perro que ladra. Que lo haga, que debe matarlo. Que lo haga ya.
Él no quiere.
¿Como?, ¿Por que?
Para salvarte la vida y la de esos vecinos.
Toma la cuerda y átalo.
Solo tienes que atarlo, simplemente átalo, y luego tira la cuerda hacia arriba.
Engánchala en otro mástil.
Simplemente.
Y no lo hagas mas tarde, hazlo ya, mientras te hablo.
El tipo lo hace y lo único que dice es: estoy haciendo lo que has dicho que haga. Sin ni siquiera quererlo verbalizar, como si lo hiciera otro.
Un buen escritor de bestsellers o un buen guionista hubiera sembrado hace rato que este tipo adora a los perros, y para él hacer esto, bueno, ya sabes, hacer esto resulta mas doloroso para él que para alguien que no los ame, dicho esto la cosa tiene mas fuerza y el suceso gana en aplomo, por el peso del que lucha en contra de su credo y sus fantasmas y todo eso de la superación personal, la catarsis y las ostias en vinagre.
Llegados a este punto el tipo esta subiendo al animal.
Y cuando sale del suelo ladra, aulla y patalea.
(¿Que ruidos hace un perro que se ahorca?, nota: esto toca preguntárselo a una amiga veterinaria y luego corregirlo aquí)
Las luces del vecindario se encienden.
El vecindario no es una zona residencial.
Es justo todo lo contrario.
El vecino que sale a la calle lo hace con una escopeta.
Apuntando al tipo y gritándole que baje al perro.
Para dar mas énfasis a la orden dispara al aire, este acto le sale ya espontáneo después de haberlo visto en tantas películas, los clichés repetidos durante años al final modifican la sangre.
El tipo se derrumba al suelo de puro susto, de puro no poder mas. El móvil se estrella contra el asfalto como un coche lujoso y negro.
El vecino de la escopeta le pega una fuerte patada en la cabeza y luego descuelga al animal.
Soy amante de los animales, y debo decir que al principio me gustó el gesto del chico al bajar al perro. Pero no me agradó nada que quisiera colgar al segundo. Afortunadamente salió alguién mas en el final.
ResponderEliminarEn mi final, podría agregar que alguien proteja a ese nuevo perro. Se ve amigable.
Saludos.