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Cuentos de Fermín Ventura a partir del binómio fantástico de Gianni Rodari.

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para plantar un cuento.

lunes, 2 de abril de 2012

El Arcano XIII

Morir es mutar, cambiar por otro.

Era necesario el Arcano XII, el arcano mudo sin nombre para reinventar el espectro.

Después de atravesar el ermitaño quería conducir mi carro, pero me topé conmigo mismo y con todas las taras y oscuridad de mi propio personaje.

Una noche vi clara aquella parte negra que dormía conmigo y pululaba de día confundiéndome las manos y atorando mi pies.

No me gustó mi imagen ni como trataba a mi gente.

Fijado en mi propia terapia parecía obligar a los supuestos ciudadanos de mi supuesto reino a un régimen.


Aquella noche ella lloró al gritar, porque el grito no entraba en su manera de expresar las cosas.

Durante 60 y pico años había gritado y durante otros cinco había reprimido el grito y hoy se rompió en el llanto por abrir la llave de la compuerta.

Aunque todo era un juego, un ejercicio compartido dentro de un grupo, una expresión protegida, sin el drama de la soledad.


No podía hablar de ello, porque el verbo era un trampa.

El entramado de vocales minaretes y muebles consonantados, los cantantes y el colorete. El corifeo y la voz del sagrado.

Decir con esos sonidos dichos, estar serio por la cápsula que entra a mutarlo todo.


El error mas grande del arcano sin nombre es bautizarlo de muerte y yo en el error para completar el paquete viajé a la madriguera de la alimaña.

Solo cortando cabezas: el silencio.

Solo dejando que el cielo recorra la columna: una danza con la vida.

Solo talando las manos y los pies uno se desprende de los actos y los pasos que ya quedaron atrás.

La acción de las dos manos del hombre seco limpia el campo de raíz preparando el barbecho que plante a un nuevo hombre.


Hay ira amontonada por salir en este desmembrador.

Y reconozco el miedo de los pies amputados y la desconfianza de las manos separadas del brazo.


El traje de la sombra de Dios es el clicar de dedos que lo cambia todo.

El terror es a dejar de ser y mi deseo es dejar de ser el que he visto en el espejo esta noche.

No hay otra palabra que estúpido para que sabiendo lo sabido repita comida que nubla en vez de despejar, también podría darme por rendido, porque llevo los cuarenta primeros intentando un viaje que parece acabar de empezar.

Que lento parece todo y torpe tropiezo y resbalo y cada día vuelvo a empezar.

Estoy cansado de no aprender nada. Cansado de ser el único animal que tropieza mil veces con sus propios huevos.

Dentro están las semillas de los nuevos seres, de los mundos nuevos.

La mutación de conciencia que se viene gestando desde a saber dónde ni cómo ni qué.


Matar la mirada de si mismo, matar las tendencias, los cabos con los que atamos y maltratamos al otro.

¿Como me he convertido en padre de mi madre?, ¿En qué momento gesté esta aberración?, ¿Como puedo soltar el lastre que yo mismo fermento?, ¿Como apartarme de mi tratando de no vomitar por mi propia cercanía?

Soy predicante de automierda. Me llena la boca, se me cae a los pies ensuciándome los pantalones. Sentirse el rey de los despojos orgánicos encierra a un puro fantoche egoenalteciéndose al compás del yo y aunque ya no jugaba a esto, jugaba a cosas mas escondidas, y ademas sin saberlo.

Ver debajo de la propia falda creyéndote mujer y encontrarte un rabo.

Encontrarse el demonio bajo el propio ombligo.


Y saltar sobre todo, mas alto que la dicotomía.

El valor de la muerte es transmutar el cuerpo, la mutación de la carne, el silencio del verbo.

Mutar es morir sin morir y callar es morir sin morir.

El silencio me disfrazara de muerto y el cambio se confunde con la muerte.

Protegido por estos huesos abro tímido mi corazón mediocre sabiéndo que no sé nada del amor, porque si supiera algo no hubiera hallado conmigo a este ejercito de sombras en el transcurso de mi jornada.

Decido estudiar este tema y hacer prácticas del mismo. Y entiendo que sea prioridad porque sin corazón no le veo futuro a este camino.

Me veo atrapado en el tiempo, presa de mi propio ombligo, sin saber nada de amor.

Y veo que necesito este motor en mis pasos, que esta guía me lleve, que esta prisión se atragante y rebrote un nuevo corazón.


La guadaña ha de cortarlo todo, como Osiris, en 33 pedazos, y de estos solo guardo la pilila y el corazón, la primera de voluntad y motor, la segunda de dirección, guía y norte.



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