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Cuentos de Fermín Ventura a partir del binómio fantástico de Gianni Rodari.

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para plantar un cuento.

miércoles, 14 de diciembre de 2011

La llama en el agua

La palabra que no se emite desde el centro cae rodando en lugar de elevarse.
El tipo cayó en la cuenta de que el error era la gasolina de la reflexión, el motor del avance.
Y cada uno a tiendas da pasos hacia el origen, a recuperar lo perdido.

El alma encapsula la experiencia, haciendo que cuerpo, emoción y mente expresen la totalidad de un mismo ser, que de arriba se ancla al sol con un ángel pero que aprende aquí en las sombras con el mérito de un minero que ha de sacar de su agujero todo aquello que le impide ver mas allá de su pañuelo.
Con el mérito de un buzo cuya densidad se ancla en los pies para permitir la experiencia de aprender del mundo denso.


Nacimos en la caverna, nos iniciamos en la corriente y ante el río hay cinco etapas. Se hablará de la primera:

Al zarpar y de principio se aprende a dominar la carne, esto no implica castidad sino el tomar timón del propio cuerpo, y se aprende a navegar porque en el agua los cuerpos no se están quietos y uno no aprende en la orilla.

En el río alta mar descubres el viento, el sol, la tempestad u otros barcos, la marea o la elección del afluente.
Todo es aprendizaje, todo se mueve en el agua con el soplido del aire. Todo se reformula con el empuje de un cabo desde el amarre.

Y el reto: encontrar ese centro, el equilibrio en medio de lo salvaje. Ese control del cuerpo en el vórtice del oleaje, de este mar de emociones, que arrastra, te lanza, te hunde, rescata, ahoga, insufla, revive, desata, aturde, dispara.

El fuego en el mar desnudo.
La conciencia de la propia sangre y la propia llama mental en el centro del temporal.


SAT, CHIT, ANANDA.
Felicidad, goce y bienaventuranza.

La felicidad del cuerpo, el goce del alma y la bienaventuranza que ya es del reino del misterio.

El agua es el campo de juegos donde el alma aprende a través de estos reflejos del misterio.

Y el amor es uno de ellos.
Uno de los mas claros, mas limpios y bellos.

La llama encima del agua es el fuego de la mente.
La llama en medio del agua es el fuego de la mente.


Solo invocando el fuego de esta llama uno se permite el lujo de dirigir la experiencia de este vivir tan mutable hacia un norte de paz.

Eso que llamamos fé realmente no es la marca de agua, la excusa de dos letras con la que el supuesto creyente defiende el desparrame hecho de oscuridad, clavos y sangre.

La fé real es una llama en el agua, es una apuesta mental que permite apoyarnos en el pensamiento puro y abstracto y apostar por la fuerza que este encierra para mover la totalidad del propio reino.



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